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Cantos de sirena (1)

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Llevamos ya un mes de curso. Ha pasado la fiesta de octubre. No hay excusas para no centrarse en lo que la mayoría de los colegiales dijeron que venían a hacer: sacar adelante una carrera. Pero el camino no es fácil. Llegar a fin de curso, y más aún a final de la carrera es una larga jornada que exige esfuerzo y constancia.

Me viene a la mente el periplo de Ulises, que deja Troya para volver a su patria, Itaca, y reencontrarse con su familia. No fue fácil el camino para él. Tuvo que vencer muchas dificultades. Una de ellas fue el encuentro con las sirenas. Eran cantantes mágicas que desde la orilla atraían con sus bellas melodías a los incautos navegantes y los hacían naufragar en los arrecifes de la costa. A lo largo de los años que dura la universidad, los colegiales también tienen que estar atentos a los numerosos cantos de sirenas que los atraen y pueden hacerlos naufragar impidiéndoles llegar al final de su jornada.

Para los nuevos colegiales uno de estos cantos de sirena lo podríamos denominar el grito de la libertad. La libertad recién descubierta tiene un enorme poder de atracción para ellos. Se sienten libres de ataduras, de controles. Son libres para hacer lo que quieren y cuando quieren. En el Colegio hay un clima de libertad. Se puede entrar y salir. Salvo el mínimo control que supone que hay que firmar por la noche cuando se llega más tarde de las doce, no hay otros controles horarios. Si no se está a la hora de comer o de cenar, lo más posible es que nadie se dé cuenta. Si el colegial se queda durmiendo hasta las tantas, pasará lo mismo. Si estudia o no estudia, si trabaja o no trabaja, depende de él y de su propia responsabilidad. Los controles académicos no llegan hasta pasado un cierto tiempo. Y hasta es posible que si los resultados no son buenos, el colegial ya haya aprendido las mañas necesarias para echar la culpa a los profesores o al tiempo. La libertad está ahí y se ofrece como un regalo encantador.

No hay que dudar que la mayoría de los padres han educado a sus hijos en libertad, enseñándoles a tomar sus propias decisiones con responsabilidad. Pero ahora se produce un cambio muy importante. Los colegiales ya no tienen cerca a sus padres. Falta esa presencia que ayudaba y acompañaba. Los colegiales tendrán que aprender en la distancia que libertad va unida a responsabilidad, que pueden hacer lo que quieran pero tienen que dar cuenta de sus actos y asumir las consecuencias. Para bien –esperemos que las más de las veces– o para mal –esperemos que las menos–. El proceso no es sencillo ni se hace en un día. Vencer ese canto de sirena y seguir manteniendo el timón de su barca en la dirección correcta no es fácil. La libertad es la cualidad que hace más pleno al ser humano. No basta con sentirse libre de ataduras, que eso es lo que sienten los colegiales. Hay que aprender a usar la libertad como quien aprende a controlar un caballo hasta domarlo y hacer que nos lleve a donde deseamos ir.

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