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Cantos de sirena (2)

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Hace un par de semanas me referí a Ulises y su odisea, su viaje de vuelta a casa desde la lejana Troya. Aludía a aquellas sirenas que se había encontrado al navegar cerca de las costas donde habitaban aquellos seres mitológicos. Para no perder el rumbo, Ulises tapó con cera los oídos de sus acompañantes e hizo que a él le atarán al mástil de su nave con objeto de no volverse loco y arrojarse al agua al escuchar su mágica y fascinante música.

Aludía entonces a la libertad recién adquirida como un primer canto de sirena al que los colegiales se deben enfrentar y del que se deben proteger si no quieren perder el rumbo justo ahora que están saliendo por primera vez a alta mar. Hay otro canto de sirena que deben enfrentar cuidadosamente y que les puede llevar a muchos sinsabores si dejan que su fatal atracción se imponga por encima del rumbo que han determinado dar a sus vidas ahora que han empezado la vida colegial. Me refiero a los amigos. Las nuevas amistades encontradas desde sus primeros días en el Colegio Mayor pueden ser causa de muchos problemas.

O quizá no sea totalmente apropiado decir que las amistades, en general, se parecen a cantos de sirena. Todas no. Algunas pueden ser el mejor tesoro que se lleve el colegial de su estancia en el Mayor. Pero otras... Porque la necesidad de hacer amigos con que llegan los colegiales a Madrid es tanta que se pueden dejar deslumbrar por las apariencias. Y resulta que no es oro todo lo que reluce. Y es muy conveniente escoger con cuidado a aquellos que van a estar en el primer círculo de relación, aquellos en los que la persona se va a apoyar en los momentos de dificultad.

En este primer mes han conocido a mucha gente: otros colegiales nuevos, colegiales que llevan varios años en el Colegio, antiguos colegiales, compañeros de clase en la universidad. Algunos les han deslumbrado: invitaciones, fiestas, chistes nuevos, otras formas de comportarse... Otros han pasado posiblemente más desapercibidos. No son tan populares ni tan graciosos.

Es de esperar que los colegiales sepan distinguir la cizaña del trigo, los cantos fatales de las sirenas que llevarán por malos caminos de las señales de los faros amigos que les ayudarán a llegar a su destino final. Es importante que los colegiales no se dejen embaucar por esos cantos de sirena. Es importante que mantengan los ojos abiertos para descubrir a los que pueden ser de verdad amigos más que amigotes, compañeros de vida más que compañeros de juerga. Es cuestión de tiempo. Muchos colegiales confiesan haber encontrado sus mejores amigos, los de verdad, a partir de su tercer año en Madrid y haber roto prácticamente con aquellos con los que empezaron su andadura. Pero siempre es mejor acertar a la primera que a la tercera.

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