De vez en cuando llega de visita al Colegio un antiguo colegial. Y pasa a saludar –lo que se agradece, por supuesto–. Hablamos un poco. ¿Cómo le va la vida? ¿Buscando trabajo? ¿Ya metido de lleno en el mundo laboral? Pero hay una pregunta que hacen siempre: ¿Qué tal el Colegio?
Se agradece, de entrada, esa preocupación. Sé que algunas veces tiene su retranca. Porque algunos se van pensando que después de ellos el desastre, que los que vienen detrás no serán capaces de hacer nada, ni de organizar las comisiones ni de mantener el nivel de estudio.
Recuerdo de uno –había sido responsable del teatro– que hace años, se acercó a mí para despedirse ya con la maleta en la mano y me dijo que se iba triste porque lo del teatro con su partida y la de sus amigos moría como actividad en el Colegio. Lo cierto es que al año siguiente no sólo continuó funcionando el grupo de teatro sino que, al menos en mi opinión, mejoró bastante. Espero que hoy, esté donde esté, si se acuerda de aquellas palabras pretendidamente proféticas, se ría y se recuerde a sí mismo que “el cementerio está lleno de gente imprescindible.”
Vuelvo al asunto. Mi respuesta es siempre la misma: El Colegio está bien. Muy bien. Y estoy convencido de ello.
En primer lugar, porque hay un grupo de colegiales que hacen que el Colegio esté bien, porque estudian y trabajan, porque organizan comisiones y participan en ellas activando lo mejor de la vida colegial –el otro día me contaban de un colegio donde las actividades son organizadas por la dirección; no está mal pero lo nuestro, aún a riesgo de que los resultados sean a veces un poco más pobres, me parece mejor para la vida colegial y para el crecimiento de los colegiales–.
En segundo lugar, el Colegio está bien porque es ahora más plural y la convivencia es más rica y conflictiva que hace unos años. ¿He dicho conflictiva? Sí. Y me afirmo en que eso es positivo. De los conflictos, de la confrontación de las ideas, de la capacidad para ser críticos unos con otros, brotan la novedad, la mejora. En definitiva, el Colegio mejora. La disidencia de la línea oficial de pensamiento no es un desastre sino la posibilidad de que esa línea oficial sea autocrítica y que todos, unos y otros, en el diálogo vayan creciendo y madurando. Teniendo claro, eso sí, que hay límites que no pueden ser traspasados por nadie, como son el respeto a la dignidad de todos, los derechos humanos y, en nuestro Colegio, por su inspiración cristiana, la atención a los más débiles y necesitados.
Conclusión, que el Colegio está ahora mejor que hace años. Pero no hemos llegado todavía a la meta. Queda mucho espacio para seguir mejorando. Y seguiremos en ello. Con la colaboración, claro, de los que permanezcan.
P. Fernando Torres Pérez cmf