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La corrupción

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Un día con otro aparecen en los periódicos noticias sobre la corrupción en la vida política española. El día que no es un ayuntamiento es una diputación, un partido político o una autonomía. No se trata de poner siglas. No hay un partido político que esté más manchado que otro. Parece ser que nadie está en situación de pureza que le permita tirar piedras a los otros. Uno recuerda aquellas palabras de Jesús ante los que pretendían apedrear a la mujer adúltera. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.”

Lo que pasa es que aquí todos parece que tienen amnesia y, en cuanto se descubre algo en el otro partido, se exige la depuración de responsabilidades políticas judiciales y de todo tipo, olvidados de que en su propia casa tienen el tejado de cristal. La cuestión es que la vida política española está enfangada por la corrupción. No digo que todos sean corruptos pero a todos llega la marea y hasta los buenos se ven afectados.

Hace muchos años, cuando estuve en Brasil, se me acercó un hombre a confesarse. Me dijo que robaba en su trabajo. Le dije que no debía hacerlo más. Me dijo que era imposible porque sus compañeros le habían amenazado de muerte. Se me ocurrió preguntarle donde trabajaba (probablemente no lo debía haber hecho). Me respondió que en el ministerio de Hacienda, en lo que en España actualmente la agencia tributaria. Valga como ejemplo. Y sólo como tal.

También un antiguo colegial, preparando oposiciones a juez, me comentó que Marbella ha sido durante años un destino maldito entre los jueces y funcionarios de justicia. La razón es sencilla. A poco de llegar se comenzaban a recibir sabrosas invitaciones y regalos. Había dos posibilidades: aceptarlos, en cuyo caso ya se metía uno en la rueda de la corrupción, o rechazarlos, en cuyo caso esos poderes ocultos se encargaban de hacerle la vida absolutamente imposible al juez o funcionario recién llegado. Otro ejemplo. Nada más.

La corrupción siempre implica un “mejor todos manchados”. De esa forma nadie puede levantar la liebre. La corrupción es así: muy poderosa. Enfrentarse a ella no es fácil. Supone mucha valentía, mucho coraje, ser muy libre. Y ser capaz de asumir unas consecuencias que pueden ser muy duras.

La corrupción también afecta a los colegiales. A menor nivel pero afecta. Cuando se da por supuesto que el que asume determinados servicios al colectivo también tiene derechos a especiales gratificaciones, la corrupción que rompe la fraternidad colegial está asomando. Quizá porque el Colegio no sea más que un reflejo de la sociedad española. Pero por eso mismo también en el Colegio hay que combatir la corrupción en todas sus formas. Porque eso es combatirla en la sociedad y formar personas, profesionales, que respeten la justicia, que no se aprovechen de su cargo en beneficio propio, que sirvan a la sociedad.

P. Fernando Torres Pérez cmf

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