En este mundo en que vivimos, en esta España nuestra, es tradicional hablar de la cuesta de enero. Después de los fastos y gastos de la Navidad, de tantas alegrías y fiestas, enero se hace cuesta arriba. Porque hay que volver a la vida normal. Y porque quizá los excesivos gastos han dejado las arcas de las familias exhaustas y con la capacidad justa para afrontar los gastos absolutamente necesarios.
Temo que a los colegiales lo de la cuesta de enero les suene nada más que a un tiempo que deben dedicar intensamente al estudio porque o tienen exámenes ahora mismo o los van a tener dentro de poco. Quizá esto no sea más que un ejemplo más de la burbuja en que a veces se convierte la vida universitaria y, por extensión, la vida de los jóvenes que estudian en la universidad.
La realidad es que este enero puede ser más difícil y más cuesta arriba que otros anteriores. La crisis económica todavía está coleando. No sabemos por cuanto tiempo. Ni siquiera sabemos si hemos tocado fondo y hemos comenzado, por lento que sea, el despegue. Lo de la crisis económica les ha tocado a la mayoría de los colegiales muy de refilón. Han seguido teniendo su asignación mensual y su vida ordenada y preparada. Sus “derechos” no se han visto recortados lo más mínimo.
Pero la realidad está ahí. Mucha gente ha perdido su puesto de trabajo. Muchas empresas han cerrado. El Estado tiene dificultades para equilibrar sus cuentas. Pero no es sólo eso. El futuro de los jóvenes que hoy estudian en la universidad está comprometido. Posiblemente no lo van a tener tan fácil a la hora de encontrar trabajo cuando terminen la carrera como lo tuvieron las generaciones anteriores. Y sus salarios no van a ser tan altos.
Pero eso a veces no se piensa. ¿Cuánto cuesta una carrera? ¿Son conscientes de ello los colegiales? Hechos los cálculos muy por encima en una universidad pública estaríamos hablando de 1.500 euros al mes. Y en una privada de 2.500. Si hablamos del conjunto de la carrera serían 75.000 euros en la privada o 125.000 en la pública. ¡Mucho dinero! Una verdadera cuesta de enero para la mayoría de los padres. O, mirado desde otro punto de vista, una inversión. Pero con una peculiaridad: los rendimientos no los van a sacar los padres sino los hijos. Es una cuesta que para los padres dura unos cuantos años. Ellos se sienten felices de hacer ese regalo a los hijos. Pero conviene que los hijos sean muy conscientes de lo que están recibiendo y de lo que, a veces, desgraciadamente, están despilfarrando.