Estos días están ocupados con entrevistas con los chicos y las familias que desean formar parte el año que viene de nuestra comunidad colegial. Es lo que toca. Como todos los años. Pero también dedicamos mucho tiempo a entrevistarnos con los colegiales que desean renovar su plaza para el próximo curso y con los que van a recibir la beca colegial el próximo día 23 en el acto académico que marca la clausura del curso.
En la mayoría de los casos, he de reconocer que disfruto con esas entrevistas. Son un momento de hacer balance del curso que estamos terminando. Los colegiales que desean seguir en el Colegio presentan su memoria personal del año junto con su solicitud de renovación. Ahí expresan algo de lo que han vivido estos meses. Los que se van a becar hablan desde otra perspectiva y, posiblemente, con otra libertad. Ya no tienen nada que perder ni ganar. Se trata de hacer un balance ya no de un curso sino de cuatro o cinco años de vida. Son años de intenso cambio personal, de maduración. Los adolescentes que llegaron al Colegio se han convertido en hombres hechos y derechos, capaces de enfrentarse en relativamente poco tiempo a la sociedad, al trabajo, a la responsabilidad de los adultos. O así debería haber sido.
En esas conversaciones todos echan su cuarto a espadas diciendo lo que creen que habría que hacer para mejorar el Colegio. Todos piensan que el año que viene el Colegio va a cambiar mucho (“van a entrar muchos nuevos colegiales”) y que hay que estar prevenidos. Se siente en ellos un cierto temor a lo que vaya a suceder, a que los nuevos colegiales se desmanden o se cierren sobre sí mismos. Se acuerdan poco de cuando ellos mismos ingresaron en el Colegio. No tenían más deseo que hacer muchos amigos y miraban a los colegiales mayores con admiración y respeto.
Estoy seguro de que los nuevos colegiales que lleguen en septiembre y octubre próximos llegarán con muchas ganas e ilusión por vivir esta nueva etapa en sus vidas. Tienen también temor a lo desconocido. En nuestras manos, las de todos los que formamos el Colegio, estará el acogerlos, orientarlos, integrarlos, ayudarlos y guiarlos para que vayan abriendo los ojos a la nueva realidad de la vida universitaria, para que aprovechen todas las oportunidades que les brinda de formarse, crecer y madurar como personas. El curso que viene dependerá, como todos, de la calidad de la acogida a los nuevos colegiales. Y eso, en un noventa por ciento, es responsabilidad de los colegiales actuales.