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Gracias

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Hoy, 31 de enero de 2013, David Gómez ha pasado su último día en el Colegio como subdirector. Por eso hoy es un día triste. Pero también un día cargado de recuerdos y de vida. David entró a trabajar en el Colegio en noviembre de 2005. Han sido siete años cargados de entrega y servicio a la educación de los colegiales. No es éste el lugar para detallar todo lo que ha hecho. Este comentario es necesariamente breve y no habría espacio suficiente. Además, está a la vista de todos los que miren al pasado con ojos libres de prejuicios. Por todo eso, por tantas horas entregadas, ya habría que darle un “gracias” generoso y rebosante.

Pero hay más. El que firma estas líneas está hoy triste porque se me va un compañero con el que he compartido día a día las tareas educativas en el Colegio durante estos años. Juntos hemos ido soñando, imaginando, proyectando lo que nos parecía que era mejor para hacer del Colegio un lugar donde los chicos venidos de tantas partes para estudiar en las Universidades de Madrid se encontrasen un ambiente favorable para su crecimiento personal, para madurar como personas en libertad.

Hemos trabajado en equipo. De verdad. Ésa es una de las experiencias que nadie me podrá quitar. Ha sido lo mejor de estos años. Hemos pasado por momentos difíciles, conflictos, problemas, situaciones extrañas y nuevas a las que quizá no sabíamos como enfrentarnos, para las que no teníamos respuesta. Todo lo hablamos. Todo lo dialogamos. Todo lo reímos y disfrutamos. Y, en algún momento, también nos aguantamos las caras serias. Pero siempre en equipo.

Por eso y por tantas otras cosas –siete años de vida y colaboración son muchas horas–, David te quiero dar las gracias en estas líneas. Un “gracias” grande, muy grande. En mi nombre personal, en el nombre del resto del equipo que estamos al cargo del Colegio, en el nombre de los Misioneros Claretianos. Gracias.

Ha sido un privilegio trabajar contigo, David.

Emprendes ahora otra singladura en tu vida. Un nuevo rumbo con nuevos horizontes. Te deseo lo mejor. Pero quiero que recuerdes siempre que aquí dejas un amigo, unos amigos. Que siempre que necesites un puerto para descansar de la nueva travesía, aquí tienes una casa acogedora que será siempre la tuya. Y unos amigos que te llevan en el corazón.

P. Fernando Torres Pérez cmf

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