Octubre además de ser el mes en que la puesta en marcha de las actividades dan al Mayor un color especial, es el mes que nos da la oportunidad de recordar a nuestro santo patrón, San Antonio María Claret.
Un año más celebramos la fiesta de ese hombre pequeño de estatura, pero gigante de espíritu. No solo es un día especial para nosotros, Misioneros Claretianos que desde los comienzos del Mayor lo dirigimos, sino también para los colegiales que viven en un Colegio que le tiene por Patrono. Los santos son patrimonio común, modelos e intercesores. Donde hay un santo, todos nos sentimos sus amigos.
Este año la celebración tiene un color especial por la implicación de todo el Consejo colegial en la que se ha llamado “Semana Claret”. Desde el lunes en que D. Antonio Bellella, antiguo subdirector del colegio, nos habló del Madrid que conoció Claret en la segunda década del siglo XIX y cómo vivió el santo sus años aquí junto a la reina Isabel II, hasta el domingo con la celebración de la misa en su honor y un chalenge con él de fondo, se han organizado diversas actividades que tienen en él su foco.
Faltan solo dos años para conmemorar el 150 aniversario de aquel 24 de octubre de 1870. Eran las 8,45 de la mañana. Un hombre, un arzobispo extranjero, un exiliado, muere en una pequeña celda de la abadía cisterciense de Fontfroide, en el sur de Francia. Tiene 62 años y diez meses. Se lo ve mayor. El trabajo, el sufrimiento y la enfermedad lo han ido consumiendo poco a poco. Había nacido en un pequeño pueblo de Cataluña, Sallent. Vivió en Cataluña, Canarias, Cuba, Madrid, París y Roma. Siempre se movió impulsado por una pasión escrita como lema en su escudo episcopal: “El amor de Cristo me empuja”.
¿Por qué hoy, 148 años después, nuestro Mayor recuerda la vida y la muerte de este hombre? Porque queremos entender mejor quiénes somos, por qué estamos aquí, cuál es nuestra misión en la vida. Porque tiene sentido compartir un bocadillo con gente que no tiene para comer o implicarse en un proyecto solidario a través de Proclade. Porque, teniéndole en el recuerdo, le encomendamos nuestras inquietudes, nuestros deseos. Porque cantando su Himno le pedimos que como patrono nos enseñe a amar más a Dios y cuide nuestros proyectos.