Los colegiales han hecho un gran viaje cuando salieron de sus casas. Dejaron atrás todo lo que les era familiar. Atrás quedó la familia, el barrio, el pueblo, el modo de hablar y hacer, y tantas otras cosas. Al llegar a Madrid al Colegio Mayor tuvieron que abrirse por fuerza a una realidad nueva. De alguna manera salieron del seno materno en el que habían vivido hasta entonces. El proceso de adaptación a la nueva realidad no siempre es fácil. Hay momentos de conflicto, de dudas. Suele reflejarse en las notas del primer cuatrimestre. Pero la mayoría salen adelante. Se adaptan. Dan un gran cambio. Crecen.
La realidad es que ese cambio no es más que un paso más en el proceso vital de cualquier persona. Porque los cambios son continuos. La vida es proceso, es cambio, es adaptación creativa a unas circunstancias siempre cambiantes. El Colegio Mayor cambia cada año cuando un grupo se va y viene otro de nuevos colegiales. De aquí saldrán para terminar la carrera en pisos. Luego entrarán en una empresa para trabajar. Luego quizá se casarán. Tendrán que establecerse en una nueva ciudad. Siempre enfrentando nuevas situaciones. Siempre teniendo que adaptarse. Esa es la vida. Y triunfa el que sabe cambiar, el que sabe recrearse, el que sabe ser original sin quedarse fijado en el pasado.
Esto es así y no hay vuelta de hoja. Para hacer ese proceso es bueno estar abierto a las nuevas realidades que nos encontramos a nuestro alrededor. El Colegio Mayor, el grupeto de amigos, no puede convertirse en otro seno materno en el que sentirse cómodo y caliente, desde el que mirar con desconfianza o temor a lo de “fuera”, a lo diferente y distinto.
A lo largo de estos años, he tenido algunas veces la sensación de que algunos chicos hacían del Colegio Mayor, sobre todo de su grupo de amigos –no siempre el más conforme con el proyecto educativo del Colegio–, ese hogar añorado. Sin muchas relaciones más allá de los compañeros del Colegio, su vida se hacía entre el Colegio y la facultad o escuela, el Colegio y la disco o el botellón, el Colegio y la estación de autobuses para volver al pueblo.
Desaprovechan la oportunidad más importante que les da el Colegio: ser un trampolín para la vida. Descubrir que más allá del grupito de amigos hay una ciudad encantadora, museos, teatro, otros amigos en su clase de la universidad. Hay vida. Son tan vitalmente conservadores que le terminan teniendo miedo a todo lo diferente. Su vida, probablemente, va a ser muy aburrida si no rompen el cascarón y saltan más allá de los límites, se arriesgan y descubren lo que hay más allá.