Casi todos, mientras conducimos, vamos escuchando la radio. Sobre todo si vamos solos. Hace pocos días me tocó hacer un viaje largo en el coche. Y la radio me acompañó durante horas. Oí repetidas veces las mismas noticias. Algo de música. Pero también alguna entrevista interesante. Una de ellas dijo cosas que me llamaron la atención. Se trataba de un profesor de bachillerato. Dejó claro que él se veía a sí mismo como un educador más que como un transmisor de conocimientos. Dijo cosas interesantes.
O no. Porque no hizo más que repetir lo que ya está dicho desde hace cientos de años pero que sigue siendo la armazón básica desde la que se puede y debe construir cualquier persona. Decía que él repetía muchas veces a sus alumnos que “una persona vale lo que vale su palabra.” Nada más y nada menos.
Es una frase oída de pasada pero que habla mucho del valor de la persona que es auténtica, que es coherente, que sabe ser fiel a sí misma y a aquello en lo que cree. Es una frase que, bien pensada, marca un camino, una senda fundamental para crecer como persona, para ser libres de verdad.
La frase me hizo pensar en el Colegio Mayor. ¿Tienen idea los colegiales del valor de su palabra, de su firma? ¿Son capaces de ser consecuentes con su firma, con su palabra dada y prometida? Para ser sincero, no estoy seguro. Habría que mirar a cada uno en particular, ciertamente, pero como grupo, tengo la sensación de que a veces reina la mentira, el mirar para otro lado, el no querer asumir responsabilidades, el no querer ser adultos con todo lo que eso conlleva, de bueno y de malo.
La palabra dada, la firma en un documento, parece que no tiene mucho valor para algunos colegiales. El año pasado, cuando firmaron en su solicitud de renovación, su compromiso de no hacer novatadas, hubo algunos que el mismo día que firmaron ya comentaron en el comedor que total ellos iban a seguir haciendo lo mismo.
Lo que sucede cuando una persona no hace honor a su firma es que se pierde la confianza en ella. A partir de ese momento su palabra no vale nada. ¿Quién asegura que lo que dice o promete más tarde lo va a hacer verdad con su vida? ¿No hará lo mismo? La confianza es uno de los elementos básicos de la vida en sociedad, de cualquier relación humana. Hasta cuando vamos por la calle confiamos en que los otros van a cumplir con las normas de tráfico, por ejemplo. De otra manera, la ciudad sería una selva. La confianza en que el otro va a cumplir con las normas básica de la convivencia, de que va a cumplir con sus compromisos, aunque eso signifique dejar de lado sus intereses particulares, hace posible la relación y la conviven cia en el Colegio, en la Universidad, en la sociedad e incluso en el ámbito familiar de los amigos.
“Una persona vale lo que vale su palabra.” Sería bueno que todos meditásemos en estas palabras. Porque nos jugamos en ellas mucho de nuestra vida, ahora y en el futuro.
P. Fernando Torres Pérez cmf