El otro día fui a un banco para abrir una cuenta. Me atendió un chico joven. El negocio se iba alargando y tuvimos tiempo de hablar un poco. Había estudiado Administración y Dirección de Empresas. Pero, como él mismo me dijo, no era de los que estudiaban mucho, “era de los que copiaban” (sic). Y ahí está, en el banco, recibiendo a los clientes, atendiéndoles, haciendo bien su trabajo. Estoy seguro que lo hace bien y honestamente. Pero también es cierto que hubiese preferido uno de esos que estudian y que se preparan bien. Me habría fiado más de su trabajo, de su asesoría, de su ayuda en el negocio que me traía entre manos.
En el Mayor hay de todo. Chicos que estudian más y estudian menos. Algunos estudian tanto que se podría decir que su estudio va más allá de lo razonable. Otros no dan palo al agua y la carrera se les va alargando. Todavía me encuentro por la universitaria con chicos que estaban en el Colegio cuando yo llegué y que todavía no han terminado la carrera. Se supone que están disfrutando de su vida de estudiantes. Lo malo es que papá (en el caso de las universidades privadas) y el estado (la mayor parte en el caso de las públicas) están dispuestos a pagar ese alargamiento de la vida adolescentes que no lleva a nada.
Pero los extremos son sólo eso: extremos. La mayoría trabajan, hacen lo que pueden. Son buenos chicos (siempre digo que chicos malos, lo que se dice malos, no me llegan ni a cinco en los años que llevo en el Colegio). Y estoy seguro de que, cuando les toque trabajar asumirán su trabajo con responsabilidad. Y lo harán bien. No tengo duda.
Lo malo es que el trabajo que vayan a encontrar depende en parte de lo que hagan ahora en la universidad. Un buen currículum no sólo les dará acceso a un mejor puesto de trabajo (y se acercan tiempos difíciles para eso del trabajo). También hará que sus jefes y sus clientes confíen más en ellos.
Pero no me refiero sólo al estudio. Aprovechar la vida universitaria es mucho más que dedicarse al estudio. Y mucho más, naturalmente, que irse de juerga todas las noches. Supone aprender a trabajar en equipo, a dialogar, a convivir. Supone hacer experiencias diversas que vayan ayudando a la persona, al joven, a descubrir cuál es su lugar en este mundo, cuál va a ser su aportación específica a esta sociedad. Porque no todos somos ni debemos ser iguales.
El Colegio Mayor debería ser un tiempo en el que el joven va saliendo de la masa, del rebaño, para ser él misma. Tiene que ir descubriendo su propia y peculiar identidad. El trabajo consiste en cierto modo en desandar el camino: al llegar al Colegio el colegial se tiende a identificar con el grupo, a mimetizarse con los demás. A lo largo de los años de universidad tiene que ir descubriéndose a sí mismo. Para ser él mismo, que es uno de los más viejos consejos, y más valioso, que podemos recibir todos.