Ya se siente que el invierno está terminando. Los árboles del jardín que rodea el Colegio están floreciendo. Todo ello anuncia que el curso ya está vencido. La Semana Santa está a la vuelta de la esquina, apenas una semana. Queda todavía un trimestre complicado, lleno de exámenes y otras pruebas. Pero en realidad a estas alturas ya lo único que queda es recoger la cosecha. No es trabajo fácil pero lo peor ya ha pasado.
La cosecha se recoge en todos los ámbitos de la vida. Y es difícil recoger lo que no se ha sembrado. Eso sucede en el ámbito académico, por supuesto. Pero también en los otros ámbitos. Al terminar el curso también recogemos las notas en otros ámbitos: en la relaciones personales, el compromiso social, etc. Pero sobre todo en el ámbito de la maduración y el crecimiento personal.
Porque no debemos engañarnos. Los colegiales han venido a hacer una carrera universitaria. Pero esa no es la tarea más importante que tienen en estos años. Lo fundamental es crecer como personas, dejar de ser niños para convertirse en adultos. Se trata no sólo de tener mucha libertad, que ya la tienen, sino de aprender que libertad se asocia necesaria e inseparablemente con responsabilidad. Y que asumir las consecuencias de los propios actos no siempre es fácil pero hay que hacerlo. Se trata de aprender a ser mínimamente coherentes en su propia vida. Se tratar de crecer.
De todas estas asignaturas no se hace examen como de las de la carrera. Pero la vida termina pasando factura y cada uno acaba siendo responsable de lo que hace con ella. Sobre todo aquellos a los que la vida misma les ha regalado tantos medios y recursos para su propia formación. Ese es el caso de los colegiales, privilegiados en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Basta salir a la calle para encontrarse a personas que, con los mismos derechos, han tenido muchas menos oportunidades en la vida.
Por eso, da pena ver cómo algunos desaprovechan lo que la vida les regala a manos llenas y se fijan nada más en la parte de la botella que está vacía. Es de esperar que la mayoría sean muy conscientes de lo que tanto su familia como la sociedad les está ofreciendo, que lo sepan aprovechar para crecer como personas y que, en algún momento, ahora o más adelante, intenten con su compromiso y su servicio en favor de una sociedad más justa y más fraterna devolver lo que han recibido.
Decía que la primavera ya estaba aquí, que el curso ya está vencido. Es tiempo de evaluar el curso vivido. Ver lo que se ha aprendido. Ver también el tiempo que se ha perdido. No es tiempo de decir que “me han suspendido” sino de asumir que no recibo más que lo que me he procurado con mi esfuerzo o con mi desidia.