Hay épocas en la historia en que parece que la vida ha transcurrido plácida y tranquila. Europa, y nuestro país también, ha vivido un largo periodo de paz y calma. Las guerras parecía que estaban lejos. La situación económica era prometedora y la sensación de bienestar se extendía por doquier. La perspectiva era a mejor siempre.
Pero hay otras ápocas en que parece que la vida se acelera, que todo sucede a mucha velocidad y que no se sabe muy bien la dirección hacia donde se camina. Las instituciones, las tradiciones, lo habitual y conocido, todo parece conmoverse. La crisis toca no sólo los bolsillos de los que han perdido su trabajo o han visto morir sus empresas. Llega a las estructuras más profundas de la sociedad. Los valores entran en crisis. Algo así nos está sucediendo ahora en Europa.
Durante años, los ya pasados, los previos a la crisis terrible que estamos pasando, los colegiales han podido vivir la vida universitaria como un periodo de placidez y serenidad. Seguro que terminarían enderezando su carrera. Seguro que en casa habría los suficientes recursos para aguantar uno o dos o tres años más de los normales. Seguro que podían divertirse y disfrutar de la juventud sin mayores consecuencias. Hasta algunos padres animaban a sus hijos a vivir así este tiempo.
Pero ha llegado la crisis. Afecta a los colegiales. Por supuesto. No se trata sólo de ser los más estudiosos para conseguir un puesto mejor a la hora de entrar en el mercado laboral. En realidad no sabemos qué mercado laboral se van a encontrar cuando salgan de la universidad. Nadie lo sabe. La cifra del desempleo juvenil llegaba en julio al 52,1%. Es una cifra a tener en cuenta. Quizá por eso muchos de nuestros jóvenes van a salir a buscar trabajo en otros países (así, además de pagar la deuda, estaremos transfiriendo recursos humanos cualificados pero, en este caso, lo hacemos gratis).
Pero hay mucho más en juego en esta crisis. Está en juego el modelo mismo de sociedad, de organización. No hacen falta encuestas ni estadísticas para afirmar que los políticos europeos no están situándose a la altura de la crisis por la que estamos pasando. Da la impresión de que los valores humanistas con los que se fundó la Unión Europea están olvidados y sólo rige un “sálvese quien pueda” general.
Los colegiales son los ciudadanos de hoy y de mañana. Éste es su presente. Ellos son los que tendrán que escoger ya este mismo curso entre llenar su tiempo con sus estudios y con el ocio del fin de semana, pasando por el partido de fútbol de turno, o comprometerse en la construcción de una sociedad más justa, más humana, más democrática, más respetuosa con los derechos de todos. Es una inmensa tarea pero absolutamente urgente en este tiempo. Se trata de prepararse no sólo para ser buenos profesionales sino también y, sobre todo, buenos ciudadanos.
P. Fernando Torres cmf