Ya he comentado varias veces que la aplicación del plan Bolonia lleva consigo, entre otras medidas, un calendario diferente al que estábamos acostumbrados. Eso significa en la práctica que hay chicos que ya están yendo de vacaciones. Son los que han tenido mejores resultados, los que no tienen que enfrentarse a los antiguos exámenes de septiembre que ahora han pasado a ser de junio. Y también algunos que prefieren irse a su casa para estudiar y concentrarse más y prepararse mejor para esos exámenes.
Se van del Mayor después de un curso. No se van igual a como vinieron. A la edad de los colegiales los cambios son rápidos. Los de primero llegaron muy niños la mayoría y este año los ha cambiado mucho. Lo van a notar sus padres desde los primeros días que estén en su casa. Pero los de los otros cursos también han cambiado. Durante este año han pasado diversas experiencias. La convivencia en un grupo tan grande, la participación en las diversas actividades, las charlas tranquilas con compañeros, la necesidad de enfrentarse a su propia responsabilidad y a las consecuencias de sus actos. Todo eso va ayudando a los colegiales a crecer y madurar.
Ahora se despiden unos de otros. Han hecho un camino juntos. No siempre ha sido fácil. Algunas amistades se han quebrado a lo largo del año. No han soportado el paso del tiempo. Quizá porque no siempre estaban fundadas en el respeto mutuo. Algunos porque no eran más que amigotes temporalmente unidos por algún interés común, por los deseos de juerga o vete a saber por qué otros intereses.
Otras amistades se han fortalecido. La relación superficial ha dejado paso a una relación más profunda, a una comunión que abre a la intimidad y que cimienta relaciones de las de toda la vida. Pero estas, hay que reconocerlo, son las menos. Exigen cuidado y atención, mucho respeto y algunas renuncias, mucha comprensión y algo de paciencia mutua. Claro que el resultado, que sólo se ve como en los buenos vinos con el paso de los años, vale la pena.
Desde mi despacho o al pasar por la portería, veo como los colegiales se despiden efusivamente unos de otros. Me gustaría ver que será de ellos, de esas amistades, con el paso del tiempo. No hay que tratar de adivinar, aunque en algunos caso no debería ser difícil. Basta con esperar un tiempo. Será como un cedazo que permitirá separar lo valioso de lo que es pura apariencia. Claro que mirado por otro lado, esa cosecha no será más que el resultado de lo que cada uno haya sembrado.