No se forjó el refrán pensando en la vida universitaria pero expresa muy bien lo que llegando la última semana de mayo se vive en nuestro Mayor. Empiezan a darse las primeras despedidas, las maletas que pasan por recepción desalojando el hogar de los últimos meses, la clausura del curso y la gala de deportes. Es hora de recapitular, de buenos deseos, de esfuerzos finales, de recogida de frutos.
Hemos mirado agradecidos durante este año a los fundadores de nuestra institución: a D. Gregorio del Amo y a su hijo D. Jaime. A la Congregación de Misioneros Claretianos que se ha ocupado de la dirección del Colegio y ha tratado de ofrecer a través de ella un servicio de formación y evangelización cualificada durante sus cincuenta años de vida. A todas las personas que han trabajado en el Mayor, en los puestos más variados, haciendo posible la dinamización de la vida colegial en sus diversos aspectos. A tantos padres que han depositado su confianza en nosotros, confiándonos la educación de sus hijos en una etapa tan importante de sus vidas.
Por fin, en último lugar, hemos dado gracias a los más importantes: las generaciones de colegiales que han dado vida a estas paredes, que han forjado aquí cimientos esenciales de su futuro. Su esfuerzo estudiantil, las amistades trabadas en la convivencia, las ilusiones proyectadas, la fe profundizada y vivida componen la trama más importante de nuestros cincuenta años. Todo esto se ha expresado en la imposición de becas a cinco nuevos colegiales que concluyen su cuarto curso en nuestro Mayor. El Colegio, con sus normas de convivencia, ha contribuido de manera poderosa a su crecimiento personal, intelectual y espiritual. La convivencia en el Mayor, adiestra en el trabajo en equipo, el respeto mutuo, la interdisciplinariedad, la actitud de servicio, la visión abierta y globalizada del mundo y, en último término, favorece la forja de amistades sólidas y duraderas.
Hemos mirado al pasado con gratitud y miramos también el presente y el futuro con esperanza: los exámenes, con lo que tiene de prueba, de exigencia personal y la renovación o decisión de emprender otro camino fuera del Mayor.
Desde la comunidad educativa que componemos, es en estas semanas cuando nuestra mirada se ensancha y se proyecta más allá de estas paredes. No vivimos en una torre de marfil, cerrados sobre nosotros mismos, sino en una atalaya abierta y preocupada. Hay tiempo para tomar decisiones, para hacer cosas nuevas, para reencuentros, para posibilidades de descanso y también de generosidad y enriquecimiento personal. Que ni la excesiva precaución, ni ilusas pretensiones, os impidan descubrir y alcanzar vuestras metas. Con un ojo en el camino presente y otro en el porvenir, llegad lejos; no sólo porque aprobéis (el éxito académico es una primera conquista personal necesaria) o porque tengáis a la vuelta de la esquina un viaje prometedor, sino porque la sabiduría adquirida, la cordialidad, el altruismo y la entrega a los demás os permitan vivir cosas realmente nuevas.
Mucha suerte y fortaleza a los que os esperan días de exámenes y feliz descanso a los que alcanzasteis esa meta.