“En el colegio hay un corporativismo excesivo.” No son palabras mías sino de un colegial. Me han hecho pensar. Porque desde hace muchos años creo que ese sentirse cuerpo, gremio, grupo aparte, dentre de la sociedad general es una de las causas de los males que nos afligen en esta España nuestra. Por la sencilla razón de que ese espíritu de cuerpo hace que proteger al amigo, al que forma parte de nuestra camarilla, grupo, gremio, profesión, empresa, partido o lo que sea, termine siendo más importante, estando por encima, del cumplimiento de la ley, de la justicia.
Dicho de otra manera, es aquello tantas veces oído de “los trapos sucios se lavan en casa.” Una sociedad democrática es exactamente lo contrario. Precisa de luz y taquígrafos, de transparencia total, como el cuerpo humano necesita de la sangre –por eso son tan importantes los medios de comunicación en nuestra sociedad–. Eso de que los trapos sucios se lavan en casa significa que todo queda en una exhortación amigable porque “es un compañero”. Significa que ante el exceso, el abuso, el delito, la quiebra de los derechos de los otros, no hay un juez que juzgue sino que todo se arregla entre los amigos, entre los compañeros. Generalmente, por no decir siempre, con desprecio total hacia la víctima porque cuenta mucho más la relación del grupo que sus derechos pisoteados.
Lo más curioso es que ese espíritu de cuerpo que se presenta como igualitario no lo es en realidad. Oculta profundas diferencias de poder. Porque en todo gremio, grupo o lo que sea, hay quien manda y quien obedece. En toda sociedad humana se establecen relaciones de poder. Y, cuando no son transparentes, suelen ser dictatoriales y opresoras de los débiles, de los que menos poder tienen.
La ventaja de la verdadera democracia es que esas relaciones de poder se hacen transparentes, es que los elegidos tienen que dar cuenta de sus actos a todos, es que todos, también los de arriba, se tienen que someter al imperio de la ley. Y que no hay nadie que escapa, por ningún tipo de estatuto especial, a ese imperio común de la ley que es expresión de la voluntad popular.
El corporativismo es un cáncer que corroe la democracia y la verdadera convivencia en igualdad. El corporativismo no promueve la igualdad sino la desigualdad y las relaciones asimétricas, porque no todos tienen el mismo poder. Y los líderes se aprovechan de los demás. No sería difícil poner ejemplos de la vida colegial. El corporativismo favorece la corrupción. El corporativismo no es bueno. Y cuando es excesivo es positivamente malo. Porque pone el espíritu de cuerpo por encima del respeto a los otros, de los mismos derechos humanos.
Los que están en el Colegio sabrán qué es lo que quieren hacer. Si seguir cayendo en los vicios sempiternos de nuestra sociedad o construir, ya desde el Colegio y la convivencia colegial, una sociedad diferente, más democrática, más justa, más igualitaria.
P. Fernando Torres Pérez cmf