Estos días se está estrenando en los cines comerciales una película que se sale un poco de lo normal que estamos acostumbrados a ver en las salas. Lo normal es el cine de acción o comedias románticas. Todo hecho con un gran presupuesto, con medios técnicos impresionantes. Los guiones tienen que ser cada vez más retorcidos, con una vuelta de tuerca a la trama en cada minuto de película, de forma que el espectador quede siempre sorprendido.
Un Dios prohibido se sale de los cánones de lo normal. Es una película rodada con un bajo presupuesto. Y sus medios técnicos están acordes con lo presupuestado. Aquí lo más importante es la historia. Los que vayan a verla tendrán que saltar un poco por encima de sus hábitos, de aquello a lo que están acostumbrados en cine, para ir a lo más importante, a la historia que se relata.
Un Dios prohibido es una historia de perdón en medio de una oleada de violencia, de venganzas, de odios, de malas pasiones desatadas, como a lo largo de la historia ha pasado tantas veces en todas las naciones. Es la historia de un pueblo de Huesca en el comienzo de la guerra civil española. Un grupo de jóvenes son hechos prisioneros por los milicianos de la columna de Durruti. Son miembros de una congregación religiosa, claretianos por más señas. Son jóvenes de 23 y 24 años. Están todavía en periodo de formación cuando la rebelión militar comienza una guerra demasiado anunciada desde hacía un tiempo en España.
Fueron 51 religiosos. Fusilados entre el 2 y el 15 de agosto del aquel mismo verano horrible en que la violencia se desató en España.
Podíamos hablar de lo malos que fueron los que los mataron. Pero eso no llevaría más que a incrementar la espiral de la violencia en que anda metida la humanidad desde hace tantos siglos.
El camino que tomaron aquellos jóvenes fue diferente –y mucho más evangélico, por supuesto–. Fue el camino del perdón. Encerrados en aquella cárcel (52 personas tres semanas en una sala de 150 metros cuadrados), si rezan “es para perdonar”, como dejó escrito uno de ellos. En otro texto colectivo dicen que pasan el día “rogando por nuestros enemigos.”
Ojalá esta historia nos enseñe a perdonar, a vivir la reconciliación y renunciar a la venganza. Quizá esta película no sea la mejor desde un punto de vista técnico. Pero la historia que cuenta habla de reconciliación y vida y esperanza en medio de la violencia y el odio. Y nos da una lección para nuestras vidas que vale la pena aprender y poner en práctica tanto si somos creyentes como si no lo somos: basta ya de sangre y de venganzas, de exclusiones y marginaciones. Sólo el perdón es capaz de unir, de reconciliar, de crear vida y esperanza. De aprender bien esta lección depende mucho el futuro, el nuestro personal y el de nuestra sociedad.
Y los que quieran saber más de la historia pueden ir a esta dirección web: http://www.martiresdebarbastro.org/
P. Fernando Torres Pérez cmf