Que sí, que ya ha comenzado la Feria de Abril. Algunos no me creen. Los colegiales lo saben perfectamente. Y han empezado a disfrutarla. Para los que no están en el ajo, todos los bares situados en torno a la Ciudad Universitaria organizan en estas fechas la autodenominada “feria de abril”. Rebujidos, música, adornos, copas baratas... Todo lo necesario para que los pobres estudiantes universitarios disfruten de un merecido descanso después de haber superado –la cuestión es cómo– la difícil etapa de los exámenes del primer cuatrimestre. Los dueños de esos bares están en todo para atender a los sufridos universitarios. Hasta este año han adelantado la feria para adaptarse a los estudiantes que están en el plan Bolonia. Para que luego se diga que nuestras empresas no están al día.
Lo cierto es que, desde el punto de vista del Colegio, se abre un periodo francamente desastroso. Se puede comparar perfectamente a ese periodo inicial que los colegiales llaman de “integración”. No en el sentido del abuso pero sí en el sentido de la pérdida de tiempo. Hay tardes en que el Colegio se queda totalmente vacío. Los colegiales no suelen trasnochar pero la tarde entera se va de bar en bar. Se pierde la tensión del estudio. Y es posible que se vuelva a perder el primer mes del segundo cuatrimestre.
Hay que hacer una llamada seria a la responsabilidad de los colegiales. Este es el momento en que se está recogiendo la cosecha del primer cuatrimestre. Seguro que ha habido más de una decepción. Es tiempo de apretar, de hacer más esfuerzo. Porque si el primer cuatrimestre ha ido regular o mal, hay que poner toda la carne en el asador para recuperar el terreno perdido –si es posible que no siempre lo es–. Y si ha ido bien, no hay razón para bajar la guardia.
Salir una tarde a pasarlo bien con los amigos está bien. Lo malo son los que se despistan de nuevo, como en el primer mes, y se olvidan por un tiempo de los apuntes, de las clases y, si me apuran, hasta de donde esta su facultad. Y este tipo de colegiales, como se dice en Galicia de las meigas, “haberlos, haylos”. Otros hay que ciertamente saben ser responsables y dosificar sus salidas y entradas. Saben nadar y guardar la ropa. Eso habla de una cierta madurez. Pero a los que no están todavía en esa línea habrá que ayudarlos. Se juegan el curso. Y, en definitiva, se juegan a sí mismos en la alternativa entre hacer lo que hace todo el mundo, lo que les pide el cuerpo y los amigos, o hacer lo que tienen que hacer.