Estamos clausurando un curso, pero sobre todo estamos honrando a una nueva promoción de becados en este colegio mayor. La razón de ser de este colegio mayor no es meramente práctica, -en el sentido de resolver los problemas más inmediatos de quienes vivís aquí-, sino educativa: haceros crecer como personas conforme a los valores plasmados en nuestro proyecto educativo. Utilizando una expresión muy eclesial en estas últimas semanas, quisiera simbolizar algo de lo vivido durante este curso: ser y sentirse familia. La Iglesia ha estado reflexionando sobre esta realidad y el Papa Francisco nos ha ofrecido un documento como fruto: “Amoris laetitia”. Aplicado a nuestro Mayor podíamos traducirlo por “la alegría de la amistad, de la convivencia, del compartir, del crecer y aprender junto a otros”. Tomo prestadas las palabras de uno de vosotros, colegiales, en su memoria anual: “El ambiente que se respira es distinto, todos nos ayudamos mucho más y hay menos desigualdad. Hay que seguir trabajando, claro, hay que seguir convenciendo de que es igual de Jaimito el que se deja la piel en el deporte, el que anima, hace teatro o imparte una charla de historia. Es decir, el verdadero Jaimito es el que no se para a pensar que otro lo es menos
Un Colegio mayor se convierte en un pequeño laboratorio de humanidad. Por un lado reproduce las diferencias de mentalidad, de procedencia, de sensibilidad, de carácter, de intereses, saberes universitarios. Se trata de realizar en unas condiciones óptimas un ensayo real de convivencia, de intercambio enriquecedor, de interdisciplinariedad, de corresponsabilidad… Pero sabiendo que esto no se consigue automáticamente, dejándose llevar por la espontaneidad. Hay que ponerse a ello con esfuerzo, dando y recibiendo, estando disponibles. Exigiéndose y mirando más allá de los intereses y las inclinaciones inmediatas. Como cada año, recordemos el “Duc in altum” de nuestro escudo, ese deseo de caminar en pos de los valores más altos y las dimensiones más profundas. La juventud es el momento de descubrir y adquirir ciertos valores que cimentan la vida personal y a los que hay que ser fieles, valores como la amistad, la fidelidad, la veracidad-sinceridad, el esfuerzo deportivo y académico, la generosidad. Sobre estos valores después irán creciendo los de la prudencia, la fidelidad al deber, la sabiduría de la vida el compromiso desinteresado por la justicia, la honestidad personal, el gusto por la obra bien hecha, la humildad de reconocer que no lo sabemos todo y que nos incita a seguir aprendiendo.
Es por esto, por decirlo gráficamente, que no es preciso que nos dejemos empujar cuesta abajo, pues cuesta abajo ya vamos solos. El empuje ha de ser para ayudarnos a caminar cuesta arriba, en pos de lo que vale más pero resulta más costoso, pues todo lo que vale cuesta, mientras que los cantos de sirena que prometen una felicidad facilona y sin esfuerzo, acaban exigiendo un precio demasiado alto: la propia autenticidad, la verdadera libertad.
El proyecto educativo de nuestro Colegio quiere responder a estas inspiraciones. Por ello, ser exigentes con vosotros, los colegiales, es para nosotros, un deber que nos incumbe, un deber para con vosotros mismos, aunque a veces os cueste entenderlo. Y es en este sentido en el que se enmarcan los principios y todas las actividades que nos identifican como comunidad universitaria por encima de todo. Y desde estos principios donde podemos llegar a ser y sentirnos una auténtica familia.