Más de la mitad de los colegiales se han ausentado de Madrid y del Mayor este último fin de semana de enero. Hemos llegado al punto de inflexión entre la primera y la segunda parte del curso y este hecho temporal hace oportunas algunas reflexiones mirando al pasado y al futuro.
Por un lado, están los primeros resultados importantes del esfuerzo académico de los meses precedentes. Es la cosecha de invierno que debe servir para pensar lo que se ha hecho bien y lo que no se hizo tan bien. Acompañando este momento en el curso académico, ha empezado la segunda ronda de ese diálogo con los subdirectores a través del cual se sopesa lo vivido en el Mayor hasta ahora. Es una buena ocasión para hacer un alto en el camino con sosiego y responsabilidad. Se trata de evaluar la vida en el colegio, la convivencia, la participación y el rendimiento académico. A algunos habrá que felicitarles por los logros conseguidos; a otros habrá que tirarles de las orejas porque no han estado a la altura que esperábamos de ellos. No se trata de hundirse después de unos resultados por debajo de lo esperado y que no se corresponden con el esfuerzo puesto en la tarea. Se trata de enfrentarse a la realidad y mirar hacia delante con renovada energía. Se trata de reorganizar el uso del propio tiempo, valorar la dedicación a ciertas actividades que al final pasan factura y buscar por donde ir para llegar sin sofocos a la meta.
Hay otro hecho que va a acompañar los próximos días. Después del esfuerzo de los exámenes está la tentación de la relajación. No va a faltar el reclamo de las salidas, de disfrutar en el entorno de la Ciudad Universitaria de la música, las copas baratas y la celebración. Lo cierto es que, desde el punto de vista del Colegio, se abre de nuevo un periodo complicado porque las tardes vuelven a ser –como en septiembre- tiempo de ocio y dispersión. Se trasnocha entre semana y se disfruta la tarde con los amigos, mientras algunos aún están en tiempo de exámenes y otros ya se adentraron de lleno en el segundo cuatrimestre. Se pierde la tensión del estudio. Es posible que se vuelva a perder el primer mes de la segunda parte del curso. Y después vienen los lamentos.
Hay que hacer un alto en el camino para valorar con responsabilidad cómo afrontamos este momento de la vida colegial. Es tiempo de apretar, de hacer más esfuerzo. Porque si el primer cuatrimestre ha ido regular o mal, hay que poner toda la carne en el asador para recuperar el terreno perdido. Y si ha ido bien, no hay razón para bajar la guardia. Pero es que además es un buen momento para dedicar tiempo y energía a las diversas actividades del colegio que ayudan a crecer y enriquecerse.
Salir una tarde a pasarlo bien con los amigos está bien. Lo malo son los que se despistan de nuevo, como en el primer mes, y se olvidan por un tiempo de los apuntes, de las clases. A estos queremos ayudarlos para que no pierdan el ritmo en esta carrera de fondo. Por eso este alto en el camino del final de enero es una oportunidad para no cometer viejos errores y para coger energía para lo que queda de trayecto.