Hace un tiempo se publicaba en esta misma página web una noticia sobre un partido entre el C. M. Jaime del Amo y otro Colegio Mayor. Allí se alababa explícitamente el comportamiento de la afición de los dos equipos. Pero no siempre es así.
Desgraciadamente, los colegios mayores son, para algunas cosas, como sociedades en pequeño en las que se reproduce más lo malo que lo bueno de la sociedad en que vivimos. La violencia en el fútbol, y en otros deportes, es un hecho que preocupa en nuestra sociedad. Y la violencia en las competiciones entre los Colegios Mayores también preocupa en este pequeño mundo. Porque es un hecho que no se puede negar por más que nos resulta desagradable hablar de ello. Nos referimos a violencia sobre todo verbal (insultos de todo tipo, de los que la mayoría de los colegiales nunca dirían delante de sus padres) que a veces también llega a la agresión física.
Eso, también desgraciadamente, ha sucedido en el partido jugado esta misma semana entre el equipo de balonmano del colegio y el de otro colegio. Allí apareció la violencia, siempre tan mala compañera en la vida y, como tantas veces también, so capa de apoyo a los nuestros.
Apareció bajo la forma de insultos repetitivos y graves al árbitro y a alguno de los jugadores contrarios. Apareció en el deseo de aprovecharse de que los otros estaban en nuestro campo para desear hacerles un pasillo obligatorio de salida. Apareció, ante las indicaciones de dirección de que eso no se podía hacer, saliendo afuera del Colegio para hacer lo mismo en la calle. Apareció así y de otras maneras. Hasta alguna pequeña agresión física.
Tenemos que ser honestos. Eso no está bien. Ése no es el comportamiento de un colegial del Jaime del Amo. Tampoco es el comportamiento de un universitario. Tampoco es el comportamiento de un ciudadano. Y si alguien lo considera normal –porque todo el mundo lo hace– tendríamos que pensar que ese alguien tiene un serio problema de estimativa moral –confunde lo que hace todo el mundo con lo que está bien–.
Hay que elevar el listón. No podemos caer en la vulgaridad ni en la grosería. No podemos caer en la violencia. Apoyar a los nuestros no puede significar denigrar a los otros. Se gana con deportividad, con buen juego, con saber perder si es necesario. No con insultos ni nada parecido.
Es verdad. No fueron todos los colegiales los que actuaron así. Otros se quedaron al margen. Pero ése también es un problema. Porque somos un colegio, una comunidad, y dejamos que ese grupo enturbie nuestra imagen. Y no hacemos nada. Así nos va.
Tendremos que hacer algo. Ahora y el año que viene y en los próximos años. No puede ser que pasen estas cosas en un centro educativo donde debe primar el respeto y la tolerancia, el diálogo y el respeto al otro. La dirección y los colegiales, todos, tendremos que hacer algo.
P. Fernando Torres Pérez cmf