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Una caja vacía (o medio vacía)

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La ciudad universitaria, la zona de los colegios mayores, se viste durante esta época del año de “solidaridad”. Lo pongo con toda intención entre comillas porque es una solidaridad un poco rara. Seamos sinceros. Se ha terminado prácticamente la liga de El Corte Inglés, que es la que aglutina la participación deportiva de la mayor parte de los colegiales. No queda más que bajarse a la cancha de cada Mayor para echarse una pachanguita con los amigos. Eso y estudiar.

Pero a alguien se le ocurrió la idea de organizar en su Colegio Mayor un torneo solidario. Se juega rápido, en un fin de semana como mucho. Junta a muchos colegiales. A la hora de los partidos se montan otras actividades: un mercadillo solidario (en el que se venden básicamente productos de comercio justo) y, lo más importante, un bar. Se supone que a los jugadores y a los espectadores les hace falta comer (bocadillos varios con más o menos éxito) y, claro está, bebidas, que conviene siempre que tengan algo de espíritu porque para tomar coca-cola solitaria ya no estamos. Todo el montaje se hace a beneficio de algún proyecto “solidario” en algún país del Tercer Mundo o para colaborar con alguna ONG. Y allá que se van los colegiales el fin de semana a ser “solidarios”. Todo puede terminar con un concierto donde también abunda la bebida y la comida.

No sé por qué pero algo me recuerda este montaje a los bailes de gala de la Cruz Roja de Mónaco, donde iban todas las celebridades a lucir palmito (que era lo importante). Y lo de menos era el dinero que se sacaba para la Cruz Roja. Aquí, en nuestros torneos solidarios, hemos de reconocer que lo fundamental es organizar una fiesta (y que bien lo hacen eso los colegiales) y lo de menos es eso de la “solidaridad”, que se convierte en un puro motivo u ocasión.

Pensar en la solidaridad, me hace pensar que el otro día vino a nuestro Colegio un mendigo, un hombre que ha sabido por experiencia lo que es perder el trabajo y entrar en esa caída sin freno en que a veces se convierte la vida que lo llevó a vivir en la calle y necesitar de los albergues públicos. ¿Saben cuantos colegiales tuvieron tiempo para ir a escucharle? Ocho. Exactamente ocho. Hay que reconocer que los torneos solidarios mueven más gente.

Pensar en la solidaridad me hace pensar en la asociación Forja Libre, iniciativa surgida de colegiales de un Colegio Mayor, que el otro día hizo una cuestación a la salida de la obra de teatro. No sé cuánto sacarían al final pero la caja sonaba a unas pocas monedas. Y me preguntaba yo cuánto se gastarían nuestros colegiales en conjunto en un fin de semana. Ahí sería donde empezaría a quitarle las comillas a la solidaridad. Lo demás es pura apariencia.

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