En este tiempo de confinamiento, que cada uno vivimos desde nuestras dificultades, estamos viendo como son muchos los planes soñados y planificados que se vinieron abajo por la imposibilidad de realizarlos. Sin embargo, en una perspectiva de ver la botella medio llena, muchos son también los proyectos que el ingenio y las tecnologías facilitan en este tiempo de distanciamiento social.
Hoy, en pleno tiempo de Pascua, os queremos traer la historia de Alberto Reina, Decano de nuestro Mayor, y uno de los casi 150 ejercitantes que la pasada Semana Santa se sumaron a la iniciativa “Semana Santa en Casa”. Unos ejercicios espirituales para la semana de Pasión organizados por el Equipo de Animación Pastoral de la Provincia de los Misioneros Claretianos de Santiago, desde la comunidad que vive en el Jaime del Amo.
Algunos otros colegiales como Álvaro Ruiz, Víctor García o incluso personal del Mayor, como el Subdirector Manuel Córdoba o el Pastoralista Rubén Francisco, también realizaron esta semana de oración y reflexión tan particular.
A continuación, os dejamos el testimonio de Alberto, recogido en un formato de entrevista, realizada algunos días después de la experiencia por medio de vídeo llamada y que recoge el sentir de todos los “jaimitos”.
Para mí la Semana Santa ha ido cobrando importancia en mi vida conforme iba madurando en mi fe. Entender qué lo que celebramos es un camino que empecé hace mucho y que todavía recorro; descubriendo cada año un sentimiento, una idea o una llamada nueva que Dios me da por medio de la conmemoración de la muerte y resurrección de su Hijo. Desde hace unos años ya entiendo que es el momento más importante para un cristiano, pues recordamos la razón de nuestra fe, e intento vivirlo con pasión y devoción. Desde que estudio en Madrid, es una fecha más señalada aun porque vuelvo a casa a disfrutar de este tiempo con mi familia. En mi ciudad no hay una gran tradición cofrade; pero mi padre y yo salimos de penitentes en la Procesión del Silencio la noche del Jueves Santo al Viernes Santo en Albacete. Este año, por las circunstancias que nos rodean, el Cristo del Consuelo no ha salido de la Parroquia de la Purísima para recorrer las calles de la ciudad; pero sin duda el año que viene volveremos a procesionar.
Fue Rubén, el pastoralista del Jaime, el que me ofreció la posibilidad de realizar los ejercicios desde casa que iba a organizar el EPAP. La verdad es que no dudé ni un segundo porque, además, durante el curso en Fe y Vida habíamos planeado un fin de semana de ejercicios para preparar la Semana Santa que se tuvieron que suspender debido a la pandemia del Covid-19. Otro punto clave para decidirme fue que lo organizara la comunidad de Claretianos del Mayor; Antonio, Basilio, Teo, Josema y Jorge son gente con la que convivo y veo todos los días y a los que tengo un gran cariño y admiración; y poder hacer estos ejercicios con ellos me ha acercado a la vida en el Jaime pese a la distancia.
Recuerdo alguna experiencia parecida con la parroquia de mi ciudad, en mi proceso para preparar el sacramento de la Confirmación. Sin embargo, esto ha sido muy distinto, nunca lo había hecho con los Claretianos, a los que conozco desde que entre en el Colegio Mayor hace tres años, y mucho menos en la distancia, con este formato online.
Sin embargo, creo que este formato online, al igual que muchas de las iniciativas que nacen de esta situación confinada, ha sido una bendición. Acercarnos a Dios en estos momentos en los que es tan fácil olvidarse de Él es un auténtico regalo. Salir de la rutina del confinamiento y dedicar un rato del día a orar, reflexionar y ponerlo todo en perspectiva, ayuda a replantearse la actitud que tenemos ante la vida.
Seguramente lo más complicado haya sido entrar en ese clima de reflexión y oración dejando de lado los quehaceres diarios cuando todo se lleva a cabo en el mismo lugar, mi casa, y con mi familia.
Una de las cosas que más estoy echando de menos estos días es la posibilidad de entrar a una capilla y ponerme físicamente ante la presencia de Dios; la capilla menor del Jaime, cuando entro y salgo del comedor, la capilla mayor en la misa de los domingos, con el coro, la capilla de la ETSII cuando voy a clase…
Poder seguir las celebraciones desde el Jaime con los sacerdotes que nos acompañan día a día y cada domingo ha sido una maravilla. Y ver como el Mayor era sede y casa de toda la familia Claretiana durante estos días de ejercicios es un orgullo.
El acompañamiento ha sido, sin duda, el punto clave de mi recorrido en los ejercicios. Adrián de Prado CMF ha sabido escucharme y aconsejarme perfectamente y, lo mejor de todo, ponerle las palabras apropiadas a las inquietudes que yo le decía que me iban surgiendo con las formaciones y las meditaciones. Creo que ha sido clave para mi proceso su disponibilidad y su experiencia en los Colegios Mayores dónde vivió durante dos años, lo que me ha dado mucha confianza y apertura.
Siempre he pensado que las reflexiones y las intenciones hay que aterrizarlas y llevarlas a la experiencia. No tiene sentido hablar del amor de Dios si no lo ponemos en práctica en la realidad que nos rodea.
De hecho, algunas de las indicaciones pedagógicas del Padre Antonio iban en esta línea cuando intentaba explicarnos la gestión del tiempo en la oración y la dedicación a nuestra familia en casa.
Creo que la Iglesia, como siempre, está respondiendo al grito de socorro del más débil, y al frente de esta batalla Cáritas, pero nada es posible sin la ayuda de todos en su labor silenciosa que alimenta, consuela y salva.
Para cerrar estas líneas queremos recoger un agradecimiento muy especial a la comunidad de claretianos de los Colegios Mayores, quienes han hecho posible que de una “idea loca” nazca esta bonita experiencia de COMUNIDAD que os hemos intentado transmitir.